¡Ay señor! si me dejaras una mujer tener
sus ojos no serían azules, ni verdes,
tampoco castaños, serían negros,
como mis castañuelas,
como mis zapatos.
Sus pies de arcilla,
el corazón hecho tinta.
Su barbilla apoyada siempre
en mi pecho, sus brazos,
anudados con fuerza a mi cuello.
Sus pies de arcilla,
el corazón hecho tinta.
Ay señor, te lo suplico,
quiero una moza, para cantarle el amaeces,
quiero su fino cabello entre mis manos,
quiero sus besos, y tambien sus abrazos.
Grita fuerte el jilguero,
grita sueños al cielo.
Envueltos los pies en arcilla,
tinta en el corazón. Ana Uhía
9.2.10
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